Una mamá me escribe a la página, varias me preguntan cómo hablar con sus hijas sobre la menstruación y yo me entero que a mi hija de 9 años le quieren robar la alegría de desenvolver el regalo que he esperado darle desde que comenzó a vivir.
LeerUna mamá me escribe a la página, varias me preguntan cómo hablar con sus hijas sobre la menstruación y yo me entero que a mi hija de 9 años le quieren robar la alegría de desenvolver el regalo que he esperado darle desde que comenzó a vivir.
¿Cómo hablarles a nuestras hijas de la belleza, grandeza, maravilla de haber sido llamadas por Dios desde la eternidad para ser custodias del misterio, de la vida y del amor?
¿Cómo encontrar las palabras que suavemente toquen su alma y llenen de verdad su corazón?
¿Cómo enfrentarnos a la cultura de la muerte y de la mentira?
¿Cómo acompañarla a descubrir la belleza de ser niña llamada a ser mujer?
Quiero compartirte lo que viví hace unos días con mi hija María:
“En la mañana antes de irse al colegio, al estar haciéndole dos trenzas, ella me hace una pregunta – que tiene profundidad y poco tiempo para ser respondida: ¿Por qué mi amiga dice que se hace el amor, si tú me has dicho que el amor no se hace porque ya lo hizo Dios?…” La abrazó muy fuerte y la miro a los ojos y le digo: “Tu y yo vamos a platicar hoy en la tarde… en la capilla”.
Esa misma tarde en la capilla de nuestra casa, a puerta cerrada nada podía impedir que yo mirara a mi amada niña y comenzara a desenvolver ante sus grandes y abiertos ojos negros la belleza de lo que Dios le confió: La vida.
“Tu y yo hemos hablado del milagro de la vida, de cómo naciste tu y la alegría que fue para mi reconocerte y mirarte por primera vez. Sé que en el colegio las niñas están hablando de lo que oyen y ven… y muchas no saben la verdad, te pueden confundir o asustar. No quiero que nadie te robe la alegría de abrir un tesoro de verdad y belleza que sólo a ti te pertenece: Ser llamada por Dios a cuidar y amar la vida”.
Su atención era tan profunda que yo le pedía al Espíritu Santo que me fuera guiando para que cada palabra saciara su deseo de descubrir lo que poco a poco iba desenvolviendo al ritmo de su mirada y de sus preguntas.
“Dentro de mi tu comenzaste a vivir, gracias al amor de papá por mi y mi amor por el, vivido en el inmenso amor de Dios que nos enseña a amar. Como esposos papá y yo deseábamos recibirte y yo – porque soy mujer – tengo en mi cuerpo un lugar muy especial que se llama matriz, ¿qué palabra tan nueva verdad?, viene de madre, de maternidad. Ese lugar esta aquí – poniendo sus manitas en mi vientre – es muy pequeño… Aquí es donde la vida comienza, donde Dios tocó y creó tu vida… por eso es “como” un sagrario que custodia, cuida y alimenta la vida”.
“¡Sí hijita, el cuerpo de la mujer es sagrado y por eso Dios le confió a ella la vida!”.
Ella preguntaba que cómo era, de qué color…¡es muy inteligente y curiosa!. Sin enseñarle ninguna imagen, sólo con mis manos fui tratando de que ella en su imaginación fuera imaginando cómo es la matriz, ese lugar tan especial para Dios y para ella y que, ¡está dentro de su cuerpo!.
“Cuando tu comenzaste a vivir ¡eras tan chiquita…!, poco a poco día tras día ibas creciendo y engordando… te movías mucho!. Crecías y engordabas cada día… pero ¿qué comías dentro de mi para crecer y engordar?.Además de todo lo que Dios pensó para que un bebé viva dentro de su mamá – que ahora no es importante que lo sepas – hay un cordón que te une a mi y es gracias a ese cordón por donde tu podías respirar y alimentarte… Mira tu ombligo, es el recuerdo de que todos fuimos alimentados por una mamá.
Me levanté y le puse a la Virgen de Guadalupe la mano en el vientre y te pregunte:
“¿Quién está aquí?” Respondiste rápidamente: “¡Jesús!, tu me has dicho que la Virgen está embarazada porque tiene el lazo negro en la cintura”. Y te pregunté: “¿Qué le dio María a Jesús para que el viviera dentro de ella?, ¿Qué te di yo para que tu vivieras dentro de mi? ¿con qué te alimenté?… ¿Qué hay dentro de mi cuerpo que me da vida?” , y ella mirándome me lo dijo con toda seguridad: “¡Sangre!”.
“Sí, yo te alimenté con mi sangre, tu respiraste dentro de mi con mi sangre. ¡Wowww, ¿te das cuenta? Jesús nos alimenta con su cuerpo y su sangre en la comunión y las mamás alimentamos como lo hizo María a nuestros hijos con nuestra sangre y los cuidamos en nuestro cuerpo… ¡qué belleza, tu eres hoy niña y vas a ser mujer!”.
“En unos años – y ella preocupada por cuántos – tu cuerpo va a empezar a cambiar… dejando de ser niña, se va a preparar para ser mujer y un día Dios va anunciarte que confía en ti y que quiere que tu cuerpo y tu corazón, toda tu… se prepare para custodiar la vida. La matriz se va preparando para recibir la vida que Dios quiere crear, tu debes recordarlo siempre. Dios – que es perfecto, pensó que era importante anunciarle a cada mujer que ella está llamada a reconocer que su cuerpo es un templo que custodia la vida”. La sangre que alimenta al bebe se derrama cada mes – cuando no existe un bebé que alimentar – ¡Te das cuenta, es un anuncio de vida, de la confianza que tiene Dios en ti!. Los médicos lo llaman menstruación, porque sucede cada mes. La sangre cuando se derrama no duele, no arde… y dura más o menos, tres días.
Sus ojos se abrieron y se llenaron de lágrimas: “¿Cuándo me va a pasar a mi…” yo le respondí: “No lo se, es un misterio para cada niña y es por eso que lo que yo acabo de hablar contigo lo guardes en tu corazón, porque para cada mamá es muy especial desenvolver el regalo del misterio de la vida mirando los ojos de sus hijas”.
“Hijita todo en la naturaleza nos enseña de una manera muy hermosa el orden que Dios pensó para todo lo que existe, tu eres como un capullo, tu hermana es una flor y yo ya he dado fruto. Ella feliz se acordó de su naranjo que esté año por primera vez dio fruto, lo entendió muy bien porque observó los capullos blancos en su árbol, que ahora, en donde había una deliciosa flor… hoy hay una naranja madurando… ¡ya se comió una muy jugosa!.”
“Si te lo digo ahora es porque quiero decírtelo yo, quiero escuchar tus preguntas y responderte con la belleza de la verdad – porque sabes que nadie te quiere como te quiero yo… Todo lo que quieras saber estoy aquí siempre para ti, lo que no sepa cómo responderte, ten la seguridad de que podemos buscarlo juntas.”
En la noche cuando llegó su papá me miró, lo miró y empezó a llorar, “¡Yo no quiero dejar de ser niña! ¿por qué me lo tuviste que decir ahora cuando todavía falta tiempo para que me pase a mi?…” Su papá la miró a los ojos y la abrazó y habló con ella de la belleza de que un día ella sería mamá y tendría un bebe tan lindo como ella lo fue… que el tiempo va pasando y que cada momento es maravilloso si lo vivimos siempre siendo niños en el corazón… su hermana mayor entró a su cuarto a hablar con ella y se quedó en paz.
El mundo de hoy te roba la belleza de poder hablar con tus hijas de la verdad sobre la menstruación – el anuncio que le recuerda a la mujer que es llamada a dar vida.
¿Por qué no tenemos las palabras para mirarlas a los ojos y hablarles desde el corazón? Porque vivimos en la cultura de la muerte, porque somos testigos de lo que la educación sexual ha dañado el lenguaje del amor – fragmentando el cuerpo en partes con nombres biológicos que nada le dicen a una niña que en su inocencia y pureza debe de maravillarse de ser creada por amor, como mujer, llamada a dar vida…
Despierta y descubre la belleza de la cultura de la vida, la civilización del amor que Pablo VI y Juan Pablo II nos han dejado escrita en tantos documentos que por no leer y hacerlos oración… no vivimos.
La teología del cuerpo nos da el regalo de despertar y responder a la belleza de quienes somos para el amor. Son las palabras que he aprendido junto a quien el año que entra será llamado Santo, las que me han enseñado a mirar, escuchar desde el corazón.
Te escribo a tí porque me duele ser testigo de lo que se dice sobre uno de los regalos más hermosos que le ha dado Dios a la mujer, ser testigo cada mes de que su cuerpo ha sido creado para dar vida – a una persona para aquí y ahora o para la eternidad. Me explico, toda mujer está llamada a ser madre ¡Sí madre de los hijos de Dios!.
Las mujeres vírgenes consagradas a Dios – son quienes me lo han enseñado.
Muchas mujeres dan vida y abandonan de muchas maneras a sus hijos, y quienes salvan, sostienen, escuchan, acompañan, acogen… con amor maternal son ellas: Las vírgenes de Cristo, sus amadas esposas – que aman como Madres espirituales desde María. Con cuánto celo cuidan y custodian a cada una de las vidas – vidas eternas – que les han sido entregadas por Dios, piensa en la Madre Teresa – ella es conocida como Madre por todo el mundo.
Desde niñas les quieren arrebatar el misterio, la belleza, el verdadero significado de la maternidad… el regalo de ser miradas por Dios desde el momento de su creación para decir si a la vida – gracias al don que le confía Dios, para toda la eternidad.
Flor de María
Querida Flor de María:
Gracias por tu delicadeza y tu profundidad, para mí, leerte ha sido motivo de gratitud y de asombro frente a la belleza de la maternidad.
¡Toda mujer está llamada a ser madre! ¡Madre de los Hijos de Dios!
Las madres biológicas custodian la vida de sus hijos desde el vientre materno y los alimentan con su sangre.
Las vírgenes consagradas, a ejemplo de María, estamos llamadas a recoger la sangre derramada del costado abierto de Jesús en Su entrega total y definitiva en la Cruz, y con ella, alimentar a nuestros hijos espirituales.
“…uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza y enseguida brotó sangre y agua” (Juan 19,32)
La lanzada que saca sangre y agua del corazón de Jesús, simboliza su entrega totaly la efusión de su Espíritu Santo.
¡Mi plenitud vocacional será real, si se caracteriza por una maternidad espiritual en la entrega total y conducida siempre por el Espíritu Santo!
Has contemplado alguna vez la simbología tan profunda que contiene el Antiguo testamento sobre la “sangre derramada”, que prefigura esta sangre derramada por Cristo, el esposo de mi alma, en la Cruz!.
Éxodo 24, 8: “Moisés tomó sangre y roció al pueblo diciendo: Esta es la sangre de la Alianza que el Señor ha hecho con ustedes”
¡¿Te fijas?! Una vez más… ¡La Alianza!
Moisés rocía con la sangre, al pueblo y al altar (que representa a Dios) y de esa manera el pueblo y Dios quedan unidos de forma vital… Este rito prefigura la Nueva Alianza con la que Jesús me une completamente al Padre, al entregarme su sangre en la Cruz.
Esta Alianza de amor, con el paso de los años, se hace una Alianza personal, cuando Dios promete inscribir Su ley de Amor en mi corazón… Este pacto sólo es posible si abro el alma y dejo que el Amor infinito de Dios sea derramado por medio del Espíritu Santo!!!
La entrega total y la efusión del Espíritu Santo.
Levítico 3, 4; 3, 13: “…derramarán la sangre rociando el altar por todos los lados…”
Aprendí esta semana, en este libro del Antiguo testamento, que la sangre se “derramaba”, en el rito de consagración (Levítico, 8, 23) y en los sacrificiosde comunión y de expiación.
La sangre, significa la vida que viene de Dios. Israel tenía leyes y rituales sobre ella y sólo podían tocarla en ritos específicos: al ratificar la alianza, expiar los pecadosy consagrar lugares y personas. En estos aspectos, la sangre en el Antiguo Testamento, es la figura de la Sangre redentora de Cristo y de la Eucaristía.
Los sacrificios de comunión los realizaban para agradecer algún don recibido, para cumplir una promesa o para ofrecer algo a Dios espontáneamente.
¡¡¡Eso es mi vida consagrada!!! Agradecer a Dios, hacer que cumpla en mí Su promesa (con mi pobre respuesta diaria) y ofrecerle toda mi vida con esa cualidad del amor: espontáneamente!! Si las mujeres consagradas no vivimos así nuestra consagración y nuestra maternidad espiritual, entonces, ¿¡cómo podremos cumplir Su querer en nosotras y en nuestros hijos espirituales!?
Los sacrificios de expiación, buscaba obtener el perdón por los pecados cometidos. Muchos de ellos incluyen la ofrenda de un animal, pues el pecado se consideraba tan serio que justificaba sacrificar a un ser vivo.
“…esta es mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna q será derramada para el perdón de los pecados…”
Jesucristo, se ha entregado para el perdón de nuestros pecados, una vez y para siempre y nosotros como consagrados juntamente con Él para el perdón de la humanidad!!!
…con la Sangre derramada se ratifica La Alianza, se anuncia La efusión del Espíritu Santo, se sella una consagración, se crea comunión y se expían los pecados… Todas estas acciones, Dios continúarealizándolas en la Iglesia por medio de la maternidad espiritual de cada consagrado y así la Sangre de Cristo, sigue corriendo por las venas y dando vida, junto con María Santísima a nuestra queridísima Madre y Esposa de Cristo, la Iglesia.
Apocalipsis 7, 9. “Estos son los que vienen de la gran persecución, los que han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero. por eso están ante el trono de Dios, le rinden culto día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono habitará con ellos. ya nunca tendrán hambre ni sed, ni caerá sobre ellos el calor agobiante del sol. porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los conducirá a fuentes de aguas vivas, y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.
Isabel