No tengo palabras para poder agradecerle a mi hijo espiritual su valentía y fortaleza. Estoy segura que el siglo XXI será testigo de grandes santos que por su lucha y fidelidad en la verdad, vencerán a quien quiere arrebatarles lo que les pertenece:
LeerNo tengo palabras para poder agradecerle a mi hijo espiritual su valentía y fortaleza. Estoy segura que el siglo XXI será testigo de grandes santos que por su lucha y fidelidad en la verdad, vencerán a quien quiere arrebatarles lo que les pertenece:
Su identidad de hijos amados primero por Dios.
Esta hora es la hora de los hijos de la luz, no de las tinieblas.
Esta hora es la hora de la misericordia, no de la culpa.
Esta hora es la hora de la verdad, no de la mentira.
Seamos todos Iglesia y abracemos con amor a quienes necesitan verdad, bien, orden y amor.
Flor de María
Esta carta me la solicitó la Señora Lorea hace ya un rato pero me decidí esperarme el tiempo que sea para que Dios haga su trabajo. Nunca pensé que este día llegaría y entonces, Jesús hizo su labor redentora en mí.
¿Por dónde puedo empezar? Ojalá me sintiera en modo adecuado para darles mi nombre real, pero con los años he aprendido que todavía tenemos mucho trabajo por hacer. Así que me identificaré como el más pequeño de los hijos de la Iglesia y un muy amado hijo de ella.
He experimentado la atracción al mismo sexo, a la que nombraré a partir de ahora e igual ustedes lo harán como “AMS”, desde que era un niño de seis, siete años. Nunca fui violado, ni usurpado, ni herido físicamente. Lo que sí puedo decirles es que mi padre es bisexual. He aquí el inicio de todo. Vengo de un matrimonio nulo en donde mi padre, al que tanto amo, se casó engañando a mi madre.
Desde pequeño, me quedó claro que mi padre era demasiado homofóbico. Era castigado por él constantemente por no ser el “macho alfa” que él quería como hijo, porque él nunca lo fue. Mi padre me rechazó, me tenía miedo. Representaba lo que él quería ser y tener, pero que nunca pudo sentirse del todo y hasta el día de hoy todavía no ha logrado conseguirse uno: un hombre. Mi madre viene de una familia patriarcal, en donde ella buscaba complacer por todos sus medios a sus padres, de un modo particular al hombre que fue su padre y mi abuelo. Esto significaba que era bastante codependiente.
Con los años nació mi hermana y ella cumplió y hasta el día de hoy cumple todas las expectativas de mis padres. Con los años hemos aprendido a llevarnos bien. Me quedó claro que yo no pertenecía a ese grupo. Rápidamente, se me hizo totalmente a un lado. Nunca me sentí parte de una familia y cuando la Iglesia me intentó acoger, mi padre la rechazó totalmente.
La atracción se fue haciendo más poderosa conforme los años. Mi adolescencia fue una lucha diaria. Estudié en un colegio católico donde lo que más aprendí es que yo estaba sucio, mal, desordenado y que por mi atracción me esperaba, si quería salvarme, debía aguantarme toda mi vida en una castidad porque Dios (en su divino capricho) me lo solicitaba así. Sin embargo, amaba más a Jesús de lo que esa vida me invitaba. Y decidí permanecer virgen ante los ojos de Dios esperando que Él me sanara o me indicara el camino. Con el tiempo, me hice amigo de algunos sacerdotes de buenas intenciones, pero machistas y homofóbicos. Me gustaría decir que ya ese estigma se les quitó… pero, varios de ellos siguen llenos de miedo y me ven como “el enemigo”… o alguien con “el que tienen que tener cuidado”. Suplicando a Dios que me sane, asistí a misa todos los domingos por más de cuatro años seguidos sin faltar ni una sola vez.
Con el tiempo, al llegar la universidad, decidí romper relación con estos sacerdotes para siempre. Y abandoné su grupo eclesial. Fueron dos años de sequedad espiritual, de pecado, de tristeza y de frialdad. Estudié en una universidad formada con este pensamiento religioso y la Sra. Lorea es testigo, fui discriminado, aplastado, burlado y herido por ser diferente. La peor parte es que nadie sabía mi situación, parecía muy normal y muy contento por afuera. Pero por dentro habían heridas. Los hijos de la Iglesia me hacían más daño y pude ver cómo en el supuesto nombre de Dios se hicieron grandes injusticias. En ese período, en un verano tuve la oportunidad. Yo era virgen y no dudé en aprovecharla. Me sentí muy feliz cuando dije “No” y cuando discutiendo con Dios le dije claramente: “Bueno, yo te dí mi palabra: seré virgen toda mi vida si Tú no me sanas”. Y no me rendí. Le volví a abrir la puerta. Me gradué y con honores. Soy uno de los pocos egresados de mi carrera que ejerce y es de los intelectuales. De hecho, conozco a algunos de ustedes que asistieron a este curso.
Estudié mucho a Benedicto XVI y un día, cuando fui a una fiesta uno de mis amigos me contó sus hazañas poco adecuadas a las ojos de Dios y ese día, algo dentro de mí se movió. Jesús estaba sacando un bien del mal moral que mi amigo hizo. Era además Domingo de Pentecostés. Me confesé y entonces, empecé mi proceso de sanación. Lorea y su esposo Sergio leyeron mi carta y asistí al curso de Teología del Cuerpo. Ese tema ha sanado mi vida. Y pude perdonar a esos sacerdotes. Uno de ellos me confesó y mientras lloraba… él lloró conmigo. En pocas palabras hizo lo que el Buen Pastor hace: cargar a las ovejas sobre sus hombros.
Ya han pasado más o menos tres años desde aquel providencial y hermoso verano en ese curso. Ha sido un largo trabajo. Sigo virgen y estoy sanando. Jesús me está sanando. Me permite amarlo y entregarme a Él. Ya le empecé a pedir por una esposa.
Quisiera reflexionar unas cosas con ustedes:
1. Nadie nace siendo homosexual
Existen predisposiciones. Tengo un padre y una tía en esa situación. Pero igual les puedo decir que necesitamos de su amor, no de su lástima.
2. La Iglesia debe ser un lugar de acogida
Dejen de sacarnos de ella. Todo aquel que ama a Jesús querrá dejarse llevar por su ejemplo y su Divinidad y dejará esa vida. Pero si ustedes nos señalan y nos acusan… prepárense para ser juzgados con eso el día de su muerte. Muchachos, yo me alejé de la Iglesia por eso. Iba a misa y todo, pero me sentía fuera de ella.
3. Dejen de vernos como cosas extrañas y raras
La homosexualidad no es en sí misma una enfermedad. Es un síntoma de una ausencia afectiva. Dejen de vernos como personas raras o algo. Nosotros tenemos talentos y dones únicos. Dejen de asociar las artes o ciertos deportes con hombres y mujeres a medias. Es serio esto, necesitamos amor y amistad; no lástima. Así que como cristianos no tenemos permitido aplaudir el aborto, los actos homosexuales, el mal llamado “matrimonio gay”, la eutanasia, etc.
4. Sean nuestros amigos
Créanme, aunque en ocasiones puedan haber una ligera pizca de atracción. Es lo mismo que ustedes sienten con una amiga… les atrae, pero la aman más de lo que les atrae y velarán por ella. Así es, no tengan miedo de abrazarlos, de tocarnos y de jugar con nosotros. Nos sanan cuando hacen eso, nos dan una oportunidad y nos permiten amar y ser amados. Nos hacen sentir completos otra vez.
5. Hagan oración
Ayúdennos a ser santos. Eso significa que deben hacer oración por nosotros y con nosotros. No somos una Iglesia paralela, todos somos hijos de ella.
6. El pecado original nos golpea a todos
Y la AMS es una forma de esos golpes. Así como ustedes sanaron algunos de sus pecados; nosotros igual.
Así pues, estoy sanando. Gracias al amor de Jesús, de su esposa la Iglesia y de mis amigos. Necesito que ustedes entiendan algo: somos hombres y mujeres tan normales como ustedes.
Hace más o menos un año, el verano pasado conocí unos monjes exorcistas. Pero no me armé de valor hasta hace un tiempo. Desde entonces, acompaño a un amigo a ayudar a liberar posesos. Mi amigo es profesor y fue seminarista unos años. Actualmente es profesor de filosofía, historia y psicología y ha sido un faro en mi proceso. Nunca me ha dejado sólo y es feliz. No me tiene miedo, me acepta como soy y me motiva a sanarme. ¡Soy feliz!
Hace un tiempo, él me compartió un pasaje de la Escritura del libro del Apocalipsis. Ese pasaje corresponde a cuando Juan promete que “ya no habrá dolor, ni sufrimiento, ni pena, ni lágrimas porque todo lo antiguo ya pasó” y agrega “Y aquel que estaba en el trono dijo: ‘Yo hago nuevas todas las cosas’”. Se ha vuelto el favorito de los dos. Viendo como él se ha vuelto mi amigo y me comparte lo que le duele o cuando tiene dificultades me queda claro que también sufre por el pecado original y aunque es diferente, nadie está sólo para sanar el corazón.
Hace unos días, decidí aventurarme sólo a visitar a mi amigo el monje exorcista. Hablando con él, me dijo que él creía firmemente que Jesús ya me había sanado. Que mi oración había sido escuchada. Yo igual lo creo así. Mi terapeuta me dice que nunca he tenido AMS… que sólo habido una tendencia porque no pude aprender otra cosa. Yo igual lo creo. Estoy sanado, sólo necesito creerlo ahora sí.
En la tarde, junto con mis amigos y los que me acompañan pude ver como el demonio dentro del cuerpo de un poseso terminó arrodillado frente a una imagen de María suplicándole que le pise la cabeza y recordé la promesa de Dios a Adán donde aclara que la descendencia de Eva le pisaría la cabeza y sólo asecharía nuestro talón. Somos hijos de Eva, y de la Nueva Eva, también nosotros tenemos ese poder. ¡No duden en ejercerlo!
Esa noche, hice lo mismo que los monjes. Me postré ante la Eucaristía. Le dí las gracias y le pido para que no permita dejarme llevar por las mentiras del diablo. Ese tipo es un mentiroso que primero hace una herida y te hace creer que te has revolcado en el pecado y que le pertenece. ¡Lo venceré, venceré este mal con la ayuda de Dios y el triunfo será nuestro!
Finalmente, después del suplicio de leer esta carta les motivo a que sean Iglesia y que nos apoyen. Que nos permitan tener a Jesús en nuestro corazón. No nos cierren la puerta. Jamás. Sean como Lorea, ese profesor, el Papa y los buenos sacerdotes que han sido una luna que refleja a nuestro Sol de Justicia. Hace poco, el Papa me respondió una carta animándome a seguir. ¿Y saben qué? Me casaré y tendré una familia con hijos y seré como mi gran patrono: el señor San José. Y serviré a la Esposa de Jesús toda mi vida.
Hay una oración con la que concluyo:
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del Maligno. Reprímale Dios, pedimos suplicantes y tú, Jefe de la Milicia Celestial arroja al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que vayan por el mundo para la perdición de las almas.
Amén.
No puedes dejar de entrar a: Un excelente primer paso… La Iglesia, ¿qué dice sobre la homosexualidad?, en este mismo Blog. Ahí podrás ver un video extraordinario THE THIRD WAY, que debe difundirse por todas las redes sociales de quienes creemos amamos y esperamos en Cristo que hace nuevas todas las cosas.