Hoy la liturgia nos canta de un modo tan especial que no puedo dejar de escribirte para agradecer contigo todas las gracias recibidas ofreciéndolas en oración, pidiendo ser capaces de responder como lo hicieron María, José y los pastores.
LeerSolemnidad de Santa María, Madre de Dios
Hoy la liturgia nos canta de un modo tan especial que no puedo dejar de escribirte para agradecer contigo todas las gracias recibidas ofreciéndolas en oración, pidiendo ser capaces de responder como lo hicieron María, José y los pastores.
Hombres y mujeres, adultos y jóvenes hemos tenido la alegría de desenvolver el inmenso regalo que San Juan Pablo II nos ha dejado en sus catequesis sobre el amor humano un poderoso detonante para el corazón, un verdadero pentecostés.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia.
Números 6, 25
¡Cuantos nos hemos maravillado en Chichén Itzá, Roma, Monterrey, Colombia, Ethos, Medjugorje – de la luz que ha iluminado nuestra fe, razón y corazón!. Tengo la alegría de ser testigo en comunión con mis queridos compañeros de misión de abundantes gracias en corazones de barro sedientos de respuestas, de verdad!.
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!. Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Gálatas 4, 4
Hacernos hijos adoptivos viviendo desde la ley del amor, el ethos en el corazón.
¡Qué poderoso es el Espíritu Santo en nuestra vida si le dejamos actuar, si le permitimos ser a El todo en nosotros!.
Te comparto lo que me enseñó una mujer llena del Espíritu Santo: «El Espíritu Santo es como el agua de tamarindo, si no se le mueve, se asienta la fruta y el agua pierde su sabor. Al ser bautizados le recibimos – pero si no le permitimos ser en nosotros dejamos de despertar a sus dones – y dejamos de ser plenamente fecundos, dejamos de dar fruto.
María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído.
Lucas 2, 19
María, hermosa María, ¡cuánto guardas en tu corazón!. Enséñanos a vivir desde el silencio, desde la intimidad de quien vive en ti.
Seamos valientes como los pastores, para que desde nuestra vida ordinaria podamos alabar y glorificar a Dios en lo pequeño y ordinario de todos los días… que podamos vivir nutriéndonos desde el tesoro que nos fue anunciado y hemos encontrado.
Allí donde creció el pecado, más desbordante fue la gracia.
Romanos 5, 20
La gracia que nos regaló San Juan Pablo II es más grande que el pecado que destruye la identidad de la persona, del saberse amados hijos de Dios.
Hoy que comienza un año, te pregunto: ¿cómo respondes ante una gracia así?, muchos nos preguntan: ¿qué puedo hacer para conocer más, aprender más, hacer vida éste tesoro que he descubierto?.
Puedo intentar responderte:
¡Busca a Cristo, conócele conociendo a su Esposa la Iglesia, nutre tus ojos, tus oídos, tu corazón de la verdad y el amor que Él te da en su Cuerpo, en los sacramentos, en el Evangelio – en tanto que se ha escrito y que custodia la Iglesia!.
¡Ábrete al encuentro, a la comunión con el otro – de uno en uno – desde esa mirada que derrite el alma, de esa escucha que consuela, desde esas palabras que te son dadas para darte y ser don para los demás.
¡Busca a un consagrado o consagrada que sea tu padre o madre espiritual… no podemos caminar solos – porque no es bueno que el hombre esté solo!.
Y súmate a nuestra comunidad orante porque sólo desde la comunión podemos caminar juntos en oración al encuentro con el Amor.
Gracias por creer, amar y esperar – por un sí, que sé cambió tu vida – ahora depende de ti, de lo que hagas para que el fuego no se apague, y brille la luz que necesita encenderse para iluminar al mundo.
Estás escrito para siempre en mi corazón y te llevo siempre – con volumen o en silencio en oración.
¡Dame Señor entrañas como María!.