«Siempre te llevare en mis brazos, hasta que la muerte nos separe».

por Amor seguro | Autor desconocido
Enero 31, 2012

Recibí este correo, y lo quiero compartir contigo… Cuando llegué a casa esa noche mientras mi esposa servía la cena, la tomé de la mano y le dije: «Tengo algo que decirte». Solo se sentó a comer en silencio. Yo podía observar el dolor en sus ojos.

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Recibí este correo, y lo quiero compartir contigo…

Cuando llegue a casa esa noche mientras mi esposa servía la cena, la tomé de la mano y le dije: «Tengo algo que decirte». Solo se sentó a comer en silencio. Yo podía observar el dolor en sus ojos.

De pronto  ya no sabía como abrir la boca. Pero tenía que decirle lo que pensaba. «Quiero el divorcio…» – le dije lo más suave que pude.

Mis palabras parecieron no molestarle. Al contrario, muy tranquilamente me pregunto, «¿Por qué?»
Evite su pregunta con mi silencio, esto la hizo enfurecer. Tiro los utensilios y me grito, «¡No pareces hombre!».
Esa noche, ya no hablamos más. Ella lloraba en silencio. Yo sabía que ella quería saber que le había pasado a nuestro matrimonio. Pero yo no hubiera podido darle una respuesta satisfactoria. Mi corazón ahora le pertenecía a Eloísa. Ya no amaba a mi esposa, solo me daba lástima.

Con profunda culpa, redacte un acuerdo de divorcio en el que le daba nuestra casa, nuestro auto y un 30% de las acciones de mi empresa.

Después de leerlo ella lo rompió en pedazos. La mujer que había vivido diez años conmigo ahora era una extraña para mi. Me sentí mal por todo el tiempo y energía que desperdicio conmigo yo nunca lo podría reponer. Pero ahora ya no había marcha atrás, yo amaba a Eloísa.

Por fin mi esposa soltó el llanto frente a mí, eso era lo que yo esperaba desde el principio. Verla llorar me hacia sentir el peso de mi decisión.

Al siguiente día, llegue a casa muy tarde y ella estaba en la mesa escribiendo algo. Yo no había cenado, había pasado un día muy intenso con Eloísa y tenía más sueño que hambre y mejor me fui a la cama.

Desperté en la madrugada, ella todavía estaba escribiendo. La verdad no me importo y solo me acomode de nuevo y seguí durmiendo.

En la mañana muy temprano, me presento sus condiciones para aceptar divorciarse de mi:
No quería nada de mí, pero necesitaba un mes antes de firmar el divorcio, me pidió que en ese mes tratáramos de vivir una vida lo más normal posible. Sus razones eran simples: nuestro hijo tenía unos exámenes muy importantes en este mes y no lo quería mortificar con la noticia del rompimiento del matrimonio de sus padres. Esto era algo en lo que yo también estaba de acuerdo.

Pero había algo más, me pidió que me acordara como la cargue el día de nuestra boda. Ella quería que cada día del mes que me pedía como plazo, la cargara de nuestro cuarto hasta la puerta de la casa… pensé que se estaba volviendo loca. Pero decidí aceptar este raro requisito con tal de que este mes pasara sin más peleas o malos momentos.

Le platique a Eloísa de las condiciones que puso mi esposa… se rio bastante y pensó que era muy absurdo. Dijo en tono burlón: «No importan los trucos que invente, tiene que aceptar la realidad de que se van a divorciar».

Desde que le exprese mis intenciones de divorcio mi esposa y yo no teníamos ningún contacto íntimo. El primer día que la cargue se me hizo un poco difícil. Nuestro hijo nos vio y aplaudió de felicidad al vernos y dijo, «Papá me alegra que quieras mucho a mamá». Sus palabras me causaron un poco de dolor. Desde nuestra habitación hasta la puerta de enfrente camine como diez metros con ella en mis brazos. Ella cerró sus ojos y me dijo al oído que por favor no le dijera a nuestro hijo nada del divorcio. Me sentí muy incomodo, la baje y ella camino a tomar el autobús para ir a trabajar. Yo maneje solo a mi trabajo.
El segundo día fue un poco más fácil. Ella se recargo ligeramente en mi pecho. Podía oler el olor de su perfume. Me di cuenta que desde hace tiempo no le había puesto mucha atención. Me di cuenta que ya no era tan joven, había un poco de arrugas en su cara, su pelo ya tenía algunas canas. Ese era el precio de nuestro matrimonio. Por un minuto me pregunte que si yo era el responsable de esto.

A el cuarto día, cuando la cargue. Sentí que regresaba un poco de intimidad. Ella era la mujer que me había dado diez años de su vida.

El quinto y sexto día, me di cuenta que el sentimiento crecía otra vez. No le platique nada de esto a Eloísa. Conforme los días pasaban se me hacia mas fácil cargarla. Quizás el ejercicio de hacerlo me estaba haciendo más fuerte.

Una mañana la vi que estaba buscando un vestido para ponerse, pero no encontraba nada que le quedara. Solo suspiro y dijo, «todos mis vestidos me quedan grandes». Es ahí donde me di cuenta que por eso se me hacía muy fácil cargarla, estaba perdiendo mucho peso, estaba muy delgada.

De repente entendí la razón… estaba viviendo en silencio tanto dolor y amargura en su corazón, inconscientemente le toque la frente.

Nuestro hijo entro en ese momento y dijo, «Papá es tiempo que cargues a mamá». El ver a su papá cargar a su mamá todos los días le gustaba. Mi esposa le dio un fuerte abrazo. Yo mejor mire hacia otro lado por temor a que esta conmovedora imagen me hiciera cambiar de planes. Entonces la cargue, y empecé a caminar hacia la puerta, su mano acaricio mi cuello, y yo… la apreté fuerte con mis brazos, justo como el día que nos casamos.

Su estado físico me causo tristeza. Ese día, cuando la cargue sentí que no me podía ni mover. Nuestro hijo ya se había ido a la escuela. La abracé muy fuerte y le dije, «Perdóname nunca me di cuenta que a nuestra vida le hacía falta algo así».

Me fui a trabajar… salte fuera de mi auto sin poner llave a la puerta. Temía que cualquier momento podría cambiar de opinión… subí las escaleras, Eloísa abrió la puerta y le dije, «Lo siento mucho pero, no me voy a divorciar».

No podía creer lo que le estaba diciendo, hasta me toco la frente y me pregunto si tenía fiebre. Quite su mano de mi frente y le dije de nuevo: «Lo siento Eloísa, no me voy a divorciar. Mi matrimonio era muy aburrido porque ni ella ni yo supimos apreciar los pequeños detalles de nuestras vidas. No porque ya no nos amáramos».

Ahora me doy cuenta que cuando nos casamos y la cargue por primera vez esa responsabilidad era mía hasta que la muerte nos separe.

Eloísa en este momento salió del shock y me dio una fuerte bofetada, y llorando cerro su puerta. Corriendo baje las escaleras y me fui de ahí. Pare en una florería, ordene un bonito ramo para mi esposa. La chica me pregunto que le ponía a la tarjeta. Sonreí y le escribí, «Siempre te llevare en mis brazos, hasta que la muerte nos separe».

Los pequeños detalles es lo que realmente importa en una relación…

Sí recordáramos el día en que dijimos Sí acepto, y tuviéramos la misma ilusión por hacerle feliz… muchos matrimonios serían diferentes

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